La historia del Antiguo Testamento es una demostración del pecado del hombre y de la incapacidad del hombre de obedecer a Dios por su propio esfuerzo.
Es justamente por esta razón que los profetas hablan de que
- Dios va a derramar su Espíritu (Isaías 44:3).
- Dios va a dar su ley en la mente y escribirla en el corazón (Jeremías 31:33).
- "Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos..." (Ezequiel 36:27).
Es allí, en el Antiguo Testamento, que encontramos ya la noción clara de que el hombre no es capaz de responder a Dios en forma positiva.
Así el profeta Jeremías pone estas palabras en la boca de Efraín: "conviérteme y seré convertido" (Jeremías 31:18).
Para poder convertirse, para poder volver a Dios, para poder dar oído a su voz, el hombre necesita que Dios mismo por el Espíritu Santo obre en su corazón.
Donner, Theo. La soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre. SBC, 1987.
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